Comentario
Detenido ya el empuje sobre territorio soviético, e iniciada la contraofensiva del Ejército Rojo, la situación de una Hungría estrechamente atada a los intereses del Reich mostraba signos de un alto riesgo. Así, durante el invierno de 1943 a 1944, el primer ministro Kallay, de acuerdo con el Regente Horthy, había iniciado un doble juego de naturaleza especialmente peligrosa. Por una parte mantenía de forma aparente su alianza con Alemania; por otra trataba de establecer un acuerdo con la Unión Soviética, a quien correspondería de entre los aliados la realización de la futura ocupación de Hungría.
Enterado de estos hechos, Hitler decidió la ocupación total del país. Para poder realizarla de la mejor forma posible, convocó a Horthy en territorio alemán para el día 17 de marzo de 1944. Mientras tanto, las fuerzas de la Wehrmacht procedían a ejecutar la denominada Operación Margerethe, que a lo largo de dos jornadas ocupó los centros neurálgicos de Hungría sin hallar resistencia alguna. Con ello, el país quedaba definitivamente unido al destino final del Reich, que ya por entonces se mostraba desastroso.
El almirante Horthy conservaba la titularidad del poder supremo, pero le fue impuesto como jefe del Gobierno un elemento declaradamente progermano, el general Sztojay. Sin embargo -y cada vez más- seguía demostrándose la urgente necesidad de alcanzar una paz con los soviéticos en evitación de los grandes males que se anunciaban. Así, en agosto de 1944, el nuevo gobierno envía en secreto a Moscú una delegación encargada del establecimiento de las conversaciones de paz. En el siguiente mes de octubre, los representantes húngaros firman en la capital soviética un armisticio que debía entrar en vigor el día 16.
Pero en los momentos en que Horthy anunciaba por radio a la población estos hechos, fuerzas alemanas ocupaban el Palacio Real de Budapest y proceden a su detención y a la de sus elementos más próximos. Farenc Szalasi, dirigente del partido nazi de las Cruces Flechadas, es impuesto entonces por los alemanes en el poder máximo del país. Se instaura así un régimen de terror de Estado, que intensifica la deportación de judíos, persigue con extrema dureza a la resistencia interior y decide la continuación de la guerra al lado del Eje.
Por otra parte, la opinión pública húngara se encuentra profundamente dividida, e incluso enfrentada, ante la situación planteada. Por una parte va incrementándose el número de los partidarios de la resistencia, dirigida a debilitar desde el interior la presencia alemana. Por otra, existen muchos partidarios de la continuación de la lucha; pero no como apoyo al Reich, sino para evitar la tan temida invasión soviética. Estos amplios sectores consideraban esta posibilidad como altamente funesta para el futuro del país, ya que no debe olvidarse el generalizado sentimiento conservador y anticomunista dominante en la arcaica Hungría de entonces.
Sin embargo, estaba claro el hecho de que la situación no podría prolongarse por más tiempo, ante el iniciado avance del Ejército Rojo por la planicie húngara, empujando hacia el oeste a decenas de millares de refugiados procedentes de las regiones ya liberadas. La Iglesia Católica, que gozaba de una tradicional influencia entre la población, realiza repetidas llamadas a la paz. El Gobierno Szalasi, decidido a mantener una resistencia a ultranza, ordena entonces la detención del arzobispo Mindszenty, el más prestigioso representante de estas posiciones pacifistas.
El día 25 de diciembre de 1944 da comienzo el asedio de Budapest, que no terminará hasta el siguiente 13 de febrero con la caída de la ciudad. Durante las jornadas en que duraron los violentos combates, la capital se vio gravemente dañada por el uso masivo de la artillería soviética, que destruyó sus zonas históricas y artísticas más valiosas. Para entonces, más hacia el oeste, a orillas del lago Balatón, el avance soviético y rumano no puede ser contenido por húngaros y alemanes. El 2 de abril de 1945, Szalasi y su Gobierno abandonan el país; cuarenta y ocho horas después, la totalidad del territorio magiar está en manos del Ejército Rojo.
En el plano político, durante el mes de noviembre anterior se había formado en la ya liberada ciudad de Szeged un Comité Nacional, que reunía a socialistas, comunistas, sindicalistas y resistentes de toda índole. Más adelante, trasladado a la ciudad de Debreczen, se transformaría en un Parlamento provisional, a la espera de la liberación de la capital. El 21 de diciembre de ese año de 1944, el Frente Nacional había organizado un Gobierno provisional. Este integraba tanto a personalidades del anterior régimen pero de naturaleza antialemana como a miembros de los partidos socialistas, comunista, nacional-agrario y de los pequeños propietarios.
Tres días más tarde, este Gobierno había declarado la guerra a Alemania y, llegado el 20 de enero de 1945, sus representantes firmaban en Moscú un armisticio con la Unión Soviética. Para entonces, comienza a organizarse una rápida operación de reforma agraria sobre los territorios liberados. Mientras, las tropas soviéticas se lanzan a realizar actos del más desenfrenado pillaje y vandalismo sobre los bienes del país. Asimismo se produce la directa eliminación física de las personas sospechosas de connivencia con el anterior régimen o simplemente de mero anticomunismo. La presencia del Ejército Rojo anunciaba ya la futura implantación en Hungría de las formas soviéticas de organización en todos los órdenes. Sería preciso el plazo de tres años solamente para que esto se llevase a efecto.